Por Dr. Polito
En los últimos días, el escalofriante caso de Laura Villamil, quemada en un 80 por ciento de su cuerpo por la irresponsabilidad del dueño del restaurante donde la chica trabajaba como bailarina.
Durante la investigación, el Gobierno determinó que el restaurante debe cerrar sus puertas temporalmente, pero, de inmediato, vinieron las críticas.
Al fin y al cabo, ese restaurante es frecuentado por los riquitos de Bogotá, y esos riquitos, como se sabe, son los que encabezan la oposición contra el Gobierno de Gustavo Petro.
Quienes protestan por el cierre, ignoran muchas cosas de abuso del dueño del restaurante.
Si no estoy equivocado, es el mismo mercachifle que, hasta hace pocas semanas, era amo de un extenso tramo de la carretera Chía-Cota.
En esa zona no podía estacionar su auto nadie si no entraba al restaurante. En algunos casos, hubo disputas violentas entre los empleados del restaurante y los automovilistas, que se oponían al uso privado de un bien público.
El problema se mantuvo durante largos años, con el beneplácito de las autoridades locales de Chía, que, por la razón que fuera, sobornos o lo que haya sido, jamás se preocuparon por despejar la vía.
Es el mismo restaurante donde abusaron sexualmente de una comensal, en episodio vergonzoso en el que se habló incluso de violación, y que puso en evidencia al dueño.
Su reacción es una real infamia de las que muchos no hacen memoria y otros desconocen.
El obsceno comentario del dueño, amiguísimo de altos burócratas, es antológico de lo que significan la prepotencia del dinero, la soberbia de quien tiene amigos con poder, el acendrado machismo del tipo.
"Una niña que llega (al establecimiento) con un sobretodo y debajo una minifalda, ¿a qué está jugando?, y después para exculpar pecados diga que la violaron", comentó el individuo que ha hecho millones violando normas laborales, como se quejan sus empleados.
Salvo la protesta de algunas organizaciones de mujeres, y de la Alta Consejería para la Equidad de la Mujer, nadie más dijo nada. Por lo contrario, siguieron frecuentando ese antro, como si nada hubiera sucedido, como si el prepotente dueño no fuera un miserable ser misógino que, además, le da prioridad al dinero antes que a la dignidad de las personas, incluido el numeroso personal que lo hace más rico cada día.
Según uno de los empleados, “el grupo de actores y exactores del lugar que nos hemos reunido a hablar del tema (de Laura Villamil), coincidimos en que ese accidente le hubiera podido pasar a cualquiera del grupo, porque las fallas en los protocolos de seguridad son evidentes. Varios testigos han señalado, por ejemplo, que en el momento del accidente no había extintores a la mano, ni gente experta en ese tipo de espectáculo circense”.
Esta declaración coincide con otras de testigos del accidente, y que sostienen que la chica fue sacada del restaurante para apagarle las llamas fuera, y que, lo más grave, la iniciativa fue de las personas que comían en el lugar.
Usaron manteles, chaquetas y otras prendas para salvar a Laura de las llamas y salvarle la vida.
Otras personas que han actuado en ese sitio se quejan de que los espacios son tan pequeños, que realmente ha sido milagroso que no hayan ocurrido más accidentes similares… o más graves.
Si usted, lector, es decente, ¿volverá a comer a ese restaurante?