Por Dr. Polito
Ignorar la historia, en especial la nacional, de la que han sido y son, pero ya no serán más protagonistas, es de la esencia de los colombianos que, por gracia de Dios Nuestro Señor, se bautizaron como gente de bien.
El dolor de saber que su marido, Miguel, agoniza en una clínica, víctima de la violencia que estimulan y sostienen él mismo y los suyos, entendidos como los de su clase, es inmenso, tanto como el de millones de otros colombianos que han perdido para siempre no solo a uno, sino en muchos casos, a varios parientes y amigos.
Las viejas cacatúas —y algunas nuevas, que también ya se consideran sagradas— pregonan una oscuridad de cataclismo en la política colombiana.