Al fin, ¿cuántas personas marcharon el domingo en contra del presidente Gustavo Petro y de su gobierno?
Hay diversas cifras, desde la que citan los radicales de la ultraderecha, que se aferran a la cifra de 4 millones, hasta la mucho más realista de otros, que se inclinan por algo menos de un millón de personas.
Una cifra intermedia puede ser 2,5 millones, lo que significa que solo 5 por ciento de la población obedeció el desesperado llamado de la derecha radical.
Es lo mismo que decir que solamente 5 de cada cien personas estuvo en la marcha, en la que la consigna mántrica fue la misma que viene de hace varios meses: ¡Fuera, Petro!
Esto, sin embargo, fue nada, en comparación con la consigna que se predicó en Cali entre quienes llevaban a hombros un ataúd, mientras a voz en cuello gritaban “Petro, en serio, te vas al cementerio”, y “esta es la ruta pa’ sacar a ese hijueputa”.
Es lógico concluir en que todos los marchantes se identificaron con la consigna de matar al presidente, pues nadie hizo el menor gesto de acallar o de expulsar de la marcha a quienes dijeron lo que le puede pasar al presidente.
Cabe preguntar cuántos investigadores de la Fiscalía están buscando al grupo de caleños que quieren matar a Petro y que lo pregonan en una manifestación pública, delante de los medios de comunicación.
A propósito de los medios hegemónicos, en especial los informativos de la radio del lunes en la mañana, fue notorio el tono eufórico y triunfalista con el que se refirieron a la marcha y sus organizadores, algo que jamás se apreció en marchas y paros durante gobiernos anteriores.
Sin embargo, la nota m[as obscena y absurda la protagonizó el uribista radical y exministro de Justicia Rafael Nieto Loayza, para quien, en el ataúd iban las reformas que el Congreso le ha negado a Petro.
Lo que jamás explicó fue lo de los gritos, ni por qué cree que los colombianos son idiotas que no entienden lo obvio.
En cuanto a lo que se cansaron de repetir en días anteriores a la marcha, de que no tendría carácter partidista, la risa es general desde cuando se vio a la senadora María Cabal, bandera colombiana en mano, agitar a las masas desde el andén del Congreso.
De verdad que la risa es imparable.