Aquí, lo vituperan, lo ofenden de la peor manera y le critican hasta por su cabello revuelto.
En otras partes, por ejemplo Guatemala, lo llenan de elogios y lo despiden con ovaciones.
La razón, aquí, es la lucha sin cuartel que el presidente Gustavo Petro libra contra los políticos corruptos y sus alianzas con mafias de toda clase.
La de Guatemala fue el decidido respaldo que Petro brindó al presidente Bernardo Arévalo, cuya posesión se tuvo que aplazar varias veces, porque querían destituirlo antes de posesionarse.
Organizaciones de congresistas corruptos se tomaron el poder legislativo, y solo la persistencia de Petro, que prometió abandonar Guatemala solo cuando Arévalo asumiera.
Incluso, advirtió que, de ser necesario, cancelaría su participación en el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza), a donde finalmente asistió.
Otros mandatarios, que asistieron a la asunción del presidente elegido en agosto, abandonaron el país antes de la posesión.
Con su actitud de irse solo cuando Arévalo fuera posesionado, Petro reforzó su imagen internacional de luchador por la democracia y la pulcritud en el manejo del dinero público.
Antes de abandonar Guatemala, Petro habló con la prensa y reiteró sus criterios: “Mi posición personal es la de siempre, la lucha por la democracia desde cualquier punto de vista y por muchos caminos. Por eso lanzamos una campaña de solidaridad que ayudó en cierta forma a que la desestabilización que estaba en marcha no tuviese efecto”, dijo.
Al mismo tiempo, revitalizó su búsqueda de un liderazgo latinoamericano como defensor de la nueva izquierda regional y sus planteamientos de participación popular, democracia, progresismo y lucha social.
Desde comienzos de su gobierno, cuando en Colombia varios sectores políticos esperaban que Estados Unidos lanzara una especie de alerta por Petro, ocurrió lo contrario.
Fue recibido en la Casa Blanca por el presidente Joe Biden, y sus políticas han recibido el apoyo estadounidense, incluso en asuntos que no son del gusto de parte del Congreso en Washington: la lucha por el cambio climático y el replanteo de la guerra mundial contra las drogas.
Aunque hay quienes consideran que la permanente actividad de Petro en las redes sociales, con asuntos como la guerra de exterminio de Israel contra Palestina en Gaza, ha generado un socavamiento a la diplomacia colombiana, la realidad es que han aprestigiado a Colombia en el ámbito de África, Asia y, obvio, América Latina.
Petro aprovecha cada ocasión en que se presentan tensiones en algún país, para defender la democracia, aunque, dentro de Colombia, la oposición lo tache, precisamente, de antidemocrático, porque impone sus ideas y no les atiende sus reclamos, casi siempre contrarios al pensamiento presidencial.
Petro va bien, aunque las redes sociales en Colombia le recuerden cada día, a cada instante, su pasado guerrillero, su pensamiento crítico, su compromiso con los pobres y la democracia, y su inmarchitable deseo de liquidar la corrupción.